viernes, 25 de marzo de 2011

25-03-2011

Es cierto que la guerra absorbe todas mis energías, no lo puedo evitar y tampoco me lo puedo explicar. En mis días de descanso regreso al mismo hostal y sin pedirlo me asignan la misma cama todas las veces. Es un hostal mixto pero la única mujer con la que me ha tocado compartir cuarto era una mujer mayor, una vieja actriz de cuerpo marchito, succionado, parecía que su carne había sido absorbida por su propio cuerpo, sus pómulos resaltan marcadamente y los pellejos de piel que cuelgan de ellos probablemente en un tiempo fueron sus mejillas, su joroba no le permite mucha movilidad y debe alzar la cara para ver a la mayoría de la gente. Cuando llegué volteó su cara cargada de maquillaje hacia mí, hizo una mueca con sus labios cargados de rojo como si fuera a besar a alguien e introdujo un cigarro en su boca, no puedo evitar sentir que me juzga, pero no me importa, llego tan agotado que sólo pido una cama, un descanso, una exclusión del mundo que me ha mostrado su peor cara. Doce horas de un sueño profundo me permiten volver a ser más o menos el mismo, comida, me digo a mi mismo, es interesante pensar en la cantidad de tiempo que invertimos para cubrir las necesidades básicas del cuerpo, es exigente y demandante. Salgo en busca de comida y a la salida el recepcionista del hostal me cuenta rápidamente la historia de la vieja chupada.

- Viene a quedarse de vez en cuando, paga por adelantado y nunca extiende su estadía. Ella misma fue la que nos contó que había sido actriz, en una ocasión hasta trajo videocasetes de sus películas pero aquí no tenemos videocasetera, así que no vimos nada.

- Debe ser una mujer ya muy mayor. Dije con poco interés.

- Sí, algunos rumorean que vive en un asilo y que hay veces en que se escapa y es cuando viene a quedarse aquí. Se arregla con tanto lujo que me da la impresión de que cuando era joven fue muy bella, a veces cuando llega y llena el formulario del hostal trato de fijarme bien en su cara, intentando encontrar algún rastro de su belleza pasada, pero nada, hasta ahora, nada. Es muy triste, entre los compañeros la llamamos la vieja Vegas, por el lujo y los adornos, por favor no lo divulgue.

- No se preocupe, no tengo porque hacerlo. Me di la media vuelta y seguí con mi cometido de conseguir alimento.

Nunca volví a ver a la vieja Vegas. En su lugar nuevos huéspedes llegaron, aunque no se quedaron en el mismo cuarto que el mío, nunca pude descifrar el sistema de asignación de cuartos y camas de ese hostal, si se tomaron la libertad de entrar y salir de nuestro cuarto, específicamente un niño como de 7 años. El día en que supe de ese niño, yo estaba más cansado que nada, más muerto que cansado, había sido una jornada muy pesada en el campo de batalla y había tenido que pelear cuerpo a cuerpo con el enemigo, mis dos ojos estaban morados, el derecho en especial, estaba cerrado e hinchado pero no sentía dolor, el cansancio había tenido un efecto anestésico en mi cuerpo y no podía sentir nada, no podía pensar, mi cerebro no daba órdenes, yo flotaba. Llegué a mi cama de siempre, los dos compañeros de cuarto que vivían en aquel hostal también dormían, deje caer mi mochila en el suelo, me desvestí con desgano y ya en calzones me arrojé a la cama como si estuviera saltando de un trampolín. No me importó no bañarme antes de dormir, ni que tuviera el cabello hecho nudos con restos de lodo y los nudillos con manchas de sangre ajena. Fue aquel mocoso de 7 años el que se metió a nuestro cuarto para dirigirse directamente a mi cama y empezar a pellizcarme las piernas. Desperté encolerizado y lo tiré al suelo de un solo empujón en el pecho, el niño echó a correr con su madre para acusarme pero no me importó, qué carajos tiene que hacer un niño en un hostal.
---Abro los ojos--

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