A veces me gustaría estar en aquella época en la que ser mecenas estaba muy de moda entre los aristócratas.
Ahora la mayoría de los mecenas son las compañías que bajo el escudo de responsabilidad social apoyan a las causas artísticas para ahorrarse unos pesitos a la hora de la recaudación fiscal , eso sin olvidar la moralina que se cargan para decidir qué es arte y qué no. Al comienzo de esta maravillosa idea del mecenazgo los adinerados parecían estar en mejor disposición para compartir su riqueza en nombre del arte o de la ciencia, existía una verdadera preocupación por el desarrollo, no digo que no había intereses de por medio, esos siempre han existido, me imagino al mecenas diciéndole a un pintor o escultor renacentista; "bueno aquí esta tu plato de papas cocidas y cuando triunfes no olvides decir quien te acogió desde el principio porque supo reconocer tu gran talento" o el típico encarguito: "oye va a ser el cumpleaños de mi esposa porque no te avientas un retrato de ella pero que salga con un poco más de chichis y no tan narizona...", nada en la vida es gratis. Yo no tengo mecenas y me parece muy difícil encontrar uno, la gente ya no suelta el dinero tan fácil porque mantener a artistas ya no se considera un lujo digno de reconocimiento social , ahora te dicen: ¿Qué?!!?! ¿Yo mantener a una pseudo escritora?!?. Podría considerar a mis padres como mis mecenas, siempre se preocupan por que yo tenga un plato de comida en la mesa pero sé que esto será temporal, llegará el día (más pronto de lo que desearía) en que me digan que ha sido suficiente de holgazanería y que es necesario que me incorpore al campo laboral. Una de mis tantas preguntas existenciales es hasta donde llegaría yo para poder dedicarme a la escritura, dejaría yo la comodidad del hogar para dedicarme a esto que intento hacer como dios me dio a entender. Me parece que en la actualidad estos son algunos de los dilemas a los que se enfrentan aquellos que deciden dedicarse a alguna forma de expresión artística, los dotados, los pocos, tendrán suerte y explotarán su talento a todo lo largo y ancho, pero el resto, los que resultaron no ser tan agraciados pero no por ello con menos pasión por su medio de expresión, tendrán que elegir y muchos se doblegarán, harán arte a la medida de lo que el mercado les demanda disfrazándolo de rebeldía e innovación, los que no quisieron doblegarse tendrán que trabajar arduamente para poder vivir de su arte, el original, el que ellos quisieron hacer y no el que les ordenaron.